viernes, 6 de septiembre de 2019

DESCUBRIENDO AL-ANDALUS; SIERRA DE CAZORLA

En mi primera entrada voy a narrar las peripecias de mi último viaje (del 20 al 27 de Agosto) a la tierra natal de mis abuelos, un pequeño pueblo situado a las puertas del que probablemente sea uno de los parques naturales más impresionantes, no solo de Andalucía sino también de toda la Península, las sierras de Cazorla, Segura y las Villas, ubicado en la provincia de Jaén y formando junto a otras muchas serranías del sur de iberia el conocido como sistema bético. Sus frondosos bosques mixtos de una excelente madurez, sus cuencas libres de barreras y sus escarpadas peñas, así como el hecho de ser el lugar dónde nace uno de los ríos más importantes de España, el Guadalquivir, lo convierten en un paraíso para la biodiversidad andaluza, una isla entre un vasto mar de olivos, que inspiraron al gran Félix Rodríguez De la Fuente a realizar muchos de sus documentales más famosos.
Comenzamos nuestra aventura en el pueblo donde nacieron mis abuelos, Belerda, un pequeño pueblo serrano perteneciente al ayuntamiento de Quesada (que se encuentra a unos 19km) y en el cual el despoblamiento rural no ha pasado desapercibido, quedando muchas casas abandonadas durante gran parte del año o para siempre, y es que en éstos pequeños pueblos, la vida cada vez se hace más dura. El paisaje también deja un sabor amargo, pues lo que antaño fue un bosque prístino de encinas y otro tipo de vegetación asociada, se encuentra hoy convertido en parcelas de olivar superintensivo, almendros y huertas, además de paisajes desérticos, fruto de la continua erosión del suelo por falta de árboles, dónde sólo algunos matorrales pueden perdurar, cómo el famoso esparto (Macrochloa tenacissima) cuya dura y rígida fibra usaban (y usan) los paisanos para diseñar calzado, cestas, escobas etc. No obstante éstos paisajes no son del todo inhóspitos, prueba de ello está en las abundantes currucas cabecinegras que andaban por el olivar, así como abundantes mirlos y pinzones, que no dudaban en aprovechar los deliciosos higos y uvas maduras (de muy buen tamaño) antes de que se recogieran, muy comunes también los fringílidos, sobre todo los jilgueros y verdecillos, cuyos numerosos bandos se observaban en casi cualquier campo de gramíneas, también suelen verse perdices, muchas de ellas fruto de repoblaciones con fines cinegéticos, aunque éste año, por más que busqué, no logré ver ninguna.
Dentro del pueblo, abundantes los gorriones comunes, que criaban en cualquier hueco disponible, estorninos negros y aviones comunes, que comenzaban a congregarse tras haber acabado la cría, a diferencia de las golondrinas, que aún podían observarse junto a pollos “colicortos”. Otro hirundinido muy común aquí era la golondrina daúrica (Cecropis daurica) una rareza africana hasta hace un siglo que ha colonizado muchos puntos de la Península, como éste, donde es casi tan abundante como su pariente la golondrina común, viéndose grupos familiares en casi cualquier rincón.
Sobre el pueblo se alza una enorme pared vertical en la cual éste año decidió criar una pareja de cernícalo vulgar, que junto con el roquero solitario me despertaban todas las mañanas, también se observan parejas de chova piquirroja y una colonia de vencejo real, muy abundantes por casi todos los riscos y peñas de la zona. Por la noche suele alumbrarla un enorme foco que le da a la peña un aspecto peculiar, aunque muy potente, no parece suponer un inconveniente para la fauna rupícola, hasta llegue a escuchar un año al búho real.
                                          Vista del pueblo, Belerda, se aprecia perfectamente la 
                                          pared que se alza tras las casas
                   

                                        Concentración de avión común (Delichon urbicum) en 
                                       cables de alta tensión, tranquilamente podía haber unos 1.000 ex.                                                     Éste tipo de comportamientos son muy comunes en éstas aves                                                           tras acabar la crianza y antes de iniciar la migración



No obstante y para observar cosas interesantes toca abandonar el olivar y buscar más allá, y para tener mayor éxito toca evitar las horas calurosas del día, que en pleno Agosto y en Jaén suelen ser bastante pronto (aunque he de admitir que éste es el año que menos calor he pasado), ¿Qué cómo se consigue tal hazaña? Pues madrugando mucho, saliendo casi de noche. Uno de mis primeros destinos fue un pequeño paseo no muy lejos del pueblo, pero lo suficiente como para dejar atrás el campo agrícola, allá donde la naturaleza se empieza a manifestar de una forma más salvaje, se trata de un recorrido paralelo a un barranco bajo el cual discurre el aún joven Guadalquivir, allí pude observar en un bosque de pino carrasco antes de llegar al barranco paloma torcaz, mitos, herrerillos común y capuchino, carboneros, pinzones, abundantes grupos familiares de piquituerto, especie muy abundante allí cómo reproductora, mientras que en la zona del barranco, zona de matorral “en mosaico” intercalado con arbolado disperso, debido tanto a la geografía como a un incendio ocurrido hace algunos años, allí eran comunes las currucas cabecinegra y rabilarga, y la estrella del día, el escribano montesino, que gusta mucho de ese tipo de paisajes. A la vuelta también me deleitaron con su presencia una hembra de cabra montés  y su chivo, que nada más verme huyeron barranco arriba en busca de refugio, la subespecie que allí habita es la conocida como iberoriental, es muy abundante en todo tipo de barrancos, peñas y similares, incluso se pueden observar muy cercanas a pueblos o carreteras, siempre hembras acompañadas de crías, pues los machos son más reservados y se ocultan en lo alto de las cumbres.
                                          Hembra de cabra montés ibérica (Capra pyrenaica subsp.                                                                  hispanica) junto a su cría en el camino que iba hacia el barranco.

                                          Al tratarse de un animal tan adaptable y poco exigente en cuanto a                                                  hábitat, se podían encontrar en casi cualquier sitio, aquí una hembra                                              protegiendo a su chivo de los rayos solares de media tarde muy                                                        cercanos a una carretera secundaria.
                                          Al haber tan poca gente en los pueblos, sumado a la falta de agua,
                                          no tenían ningún reparo en acercarse a éstos, cómo éstos dos valientes
                                          que bajaron hasta la misma entrada del pueblo para refrescarse en el                                              río.
                                       

Otros destinos que no podían faltar eran el conocido cómo pilón azul, un pequeño manantial de agua helada dónde la gente acude a bañarse, con una buena población de paloma bravía anidando en sus paredes, además de abundantes ranas y culebras viperinas, y la cueva del agua, recientemente calificada como bien de interés cultural y patrimonio de la UNESCO, una curiosa y hermosa cueva de grandes dimensiones “tallada” por el agua, dónde además de palomas encontramos también gorrión chillón, avión común, A. roquero y vencejo real, además de una colmena de Apis mellifera que lleva unos 4 años instalada en un hueco frente a un mirador.
También está Tíscar, otro pequeño pueblo a unos pocos minutos andando desde Belerda, es el más alto de la zona (se nota, pues siempre corre un viento muy fresco y agradable) y en sus múltiples fuentes y lavaderos cría una singularidad faunística endémica del sistema Bético, el sapo partero bético ( Alytes dickhilleni). En lo alto de una peña a la que los lugareños conocen cómo “peña negra” se encuentra el castillo de Tíscar, un pequeño castillo en ruinas que antiguamente se utilizaría para vigilar, pues tiene excelentes vistas, pero del cual solamente queda una torre en ruinas, el sitio es excelente tanto para observación de aves como de mamíferos, prueba de ello es la abundancia de excrementos tanto de cabra cómo de muflón (animal que adelanto no vi en ningún momento del viaje) que podemos encontrar en todo el recorrido, incluso dentro de la torre.
Mientras me disponía a subir me topé con una estremecedora escena, un chivo bastante grande ya de cabra se encontraba pastando muy cerca de mí, tras acercarme más y al percatarse éste de mi presencia, pude comprobar el porqué de su confianza, le azotaba uno de los mayores problemas de ésta sierra, y es que la falta de depredadores naturales, esquilmados hace muchos siglos, así como la cría intensiva de especies con fines cinegéticos, provocan una sobrepoblación de ungulados que trae consecuencias muy negativas tanto para el medio (prueba de ello reside en la cantidad de vallas que hay colocadas por toda la sierra para proteger la flora amenazada, como los tejos, del exceso de ramoneo) cómo para las propias especies, ya que las enfermedades proliferan sin control, en el caso del chivo, un grave problema que casi aniquila a su especie en el pasado, la sarna, con los ojos medio cerrados y un pelaje de aspecto descuidado, el ácaro todavía parecía encontrarse en sus primeras fases (lo cierto es que no sé mucho sobre éstas cuestiones), pero ya habían hecho mella en él, posiblemente abandonado por su madre, deambulaba por la misma zona durante varios días, sin apenas fuerza para huir y tumbándose cada dos por tres, aún y todo, gozaba de un buen estado de salud, pues estaba bien entrado en carnes, por tanto me hacía tener esperanza, tengo entendido que algunas “variedades” de sarna pueden superarse si el animal goza de un buen estado de salud, espero que el año que viene vuelva a verlo convertido en el equilibrista de los roquedos que nunca debió dejar de ser.
                                          Cabrito sarnoso, en la fotografía puede apreciarse su pelaje
                                          de aspecto ralo y su mirada "tristona".


Pero no todo son malas noticias, ya que subiendo también vi bastantes cosas interesantes cómo roqueros solitarios, muy territoriales con feroces persecuciones entre machos, collalba negra, colirrojo tizón, escribano montesino, gorrión chillón, avión roquero, vencejo real y buitres leonados, muchos juveniles que todavía no controlaban bien las corrientes térmicas, también había en la peña de en frente una pareja de águila calzada que todos los días realizaban vuelos mientras reclamaban, seguramente marcando territorio, en una ocasión, un juvenil de águila real se posó en uno de los pinos de su territorio, la reina de los cielos superaba con creces tanto en tamaño cómo en envergadura a las pequeñas águilas (la especie más pequeña de España) pero eso no les impidió, mediante gritos, vuelos en círculos y picados intimidatorios expulsar a aquel gigante alado de su territorio. Tras entrar a la torre, pues desde allí se tiene una vista excelente de otras partes de la peña sin ser visto, algo así como un “hide histórico”, y tras subir hasta la zona más alta, me encontré con que el piso ya estaba ocupado, en la última planta de aquella derruida torre, sujeta mediante vigas, se encontraba un pequeño zorro que había decidido utilizar aquel confortable lugar para refugiarse, saque unas cuantas fotos al animal, que miraba entre asustado y sorprendido, y me fui de allí, no debió de apurarse mucho, pues al día siguiente, aunque el ya no estaba, había utilizado los primeros escalones de la torre cómo letrina, luego deduzco que se quedó más tiempo tras mi marcha.


                                          Un pequeño inquilino que también usaba la torre,
                                          aunque no para observar. Zorro rojo (Vulpes vulpes)

El cuarto día acudí a lo que es la sierra, el parque natural en sentido estricto, debido a su gran altura y a que sus suelos no son muy buenos ni ricos en nutrientes, pues lo suelos buenos, los de los valles, los que contenían bosques de frondosas, habían sido transformados, toda la sierra es un enorme pinar maduro, con ejemplares enormes y muy longevos de pino laricio, dónde también podían encontrarse encinas y coscojas de buen tamaño, y otros arbustos tipo majuelos, rosales etc. La sierra está atravesada por una serie de pistas que conectan todos los puntos de interés con los pueblos colindantes, y un camping, en la zona de Arroyo frío, y en ellas se pueden observar una enorme cantidad de especies. Aunque también observé alguna cabra alimentándose de la vegetación forestal, las estrellas fueron el gamo y el ciervo, no faltaban a la cita los “rebaños” de gamas y crías, así como de ciervas con cervatillos de manera dispersa, aunque la sorpresa de éste año fueron los machos, que fuera de la época reproductora se juntan en grupos célibes (de un solo sexo) y se ocultan en el bosque, concretamente vimos una pareja de gamos adultos, con una cornamenta bien desarrollada, y un grupo formado por adultos y jóvenes, de palas más pequeñas, también vimos un joven venado, pero muy veloz, además de un pequeño zorro que merodeaba por el parking del nacimiento del Guadalquivir, mi primer destino, en busca de alimento, el cánido era cauto, pues miraba siempre desde la lejanía, hasta que, tras ver que no le dábamos nada, se perdió en el bosque.

                                         Grupo célibe de gamos (Dama dama) pastando
                                         tranquilamente en el bosque, se aprecia, por el
                                         tamaño de las palas, que hay individuos de distintas edades.

                                         Cierva (Cervus elaphus) con su cervatillo en un claro,
                                         imagen relativamente común a lo largo de toda la pista.

                                         Maése raposo en busca de comida en un parking,
                                         siempre cauto, pero atento.

Tras la visita al nacimiento, tocaba dar un largo paseo, concretamente de 4 horas, para realizar el recorrido del río Borosa, un precioso río intacto y muy limpio, uno de los últimos reductos de la trucha común en Andalucía, cuyo camino empieza en lo que se conoce cómo cerrada de Elías, ubicado en el pueblo de la Iruela y acaba en la laguna de Valdeazores, una pequeña laguna artificial en la cual nace el río, pero antes de llegar allí tocaba hacer escala en los diferentes miradores que había a lo largo del camino, en busca del señor de las cumbres, el quebrantahuesos, especie que gracias a un pionero y muy exitoso proyecto de cría en cautividad (cuyo centro se encuentra en esa sierra y en el que he estado) vuelve a estar presente cómo reproductora, no obstante y cómo todos los años, no apareció. Hicimos el recorrido del río al revés, es decir, desde la laguna de Valdeazores hasta la cerrada, a lo impresionante de los paisajes que, debido a la madurez del bosque y los singulares paisajes, recordaba más a un paraje alpino que a uno Andaluz, se sumaba la rica variedad de especies de todo tipo, eran muy abundantes las ardillas y las aves forestales, cómo pinzones, páridos, mosquiteros papialbos y un picogordo, especie reproductora en esa zona. También destacar un enorme ejemplar de lagartija colilarga, y un juvenil de culebra de escalera con muy mala leche, que me dejo la “firma” de sus dientes en el dedo corazón (culpa mía, desde luego) así como dos singularidades florísticas que no esperaba encontrar allí, y menos aún en un pinar, la merendera montana o quitameriendas, flor que recuerda al azafrán pero sin tallo y que habita a mayores alturas, y una Carlina sp. A la que en mi tierra llamamos eguzkilore (flor del sol) también propia de paisajes de alta montaña. El hábitat era muy bueno para verderón serrano, especie cuya presencia está constatada en la sierra, pero que no llegue a ver.
                                         Detalle de la merendera montana o quitameriendas
                                         (Colchicum montanum) increíble la cantidad que había
                                         en un reducido espacio.
                                         Juvenil de culebra de escalera (Zamenis scalaris) 
                                         con muy malas pulgas.
                                         El "cocodrilo" serrano, enorme ejemplar de lagartija colilarga
                                         Psammodromus algirus.

El paseo del río muy entretenido y variado, pues a medida que se realiza se surcan diferentes hábitats, como el extenso pinar maduro, un roquedo cuyas peñas atravesaban estrechos, largos y oscuros túneles y bosque de ribera, hasta llegar a la cerrada, que, como su nombre indica, se trata de una pequeña foz con cascadas, saltos, pozas de agua y pasarelas para cruzar de un lado a otro. Durante gran parte del paseo nos acompañó un canal de riego paralelo al camino y, a su vez, al río que me llamó la atención por la increíble cantidad de truchas muertas que contenía, todas, excepto una, que era bastante grande, de tamaño pequeño e inmaduras, también algún cangrejo, no me gusta hablar sin recabar datos adicionales pero cómo reza el dicho “piensa mal, y acertarás”.
                                                  Una de las múltiples pasarelas que surcan la cerrada de Elias,                                                          debajo, el río Borosa, sin duda alguna es un lugar que merece la                                                       pena visitar si se está por la zona.


Las tardes las reservaba para ir al embalse de la Bolera, un embalse ubicado a unos pocos kilómetros de Pozo Alcón, que está a 20Km de Belerda, y a dónde íbamos principalmente a bañarnos y yo aprovechaba para “bichear” un poco más. Debido a la cantidad de gente que allí pasa y a que durante las calurosas horas centrales del día los animales no muestran mucha actividad, pasaba bastante tiempo entre observación y observación, no obstante en los extensos bosques de pino carrasco se dejaron ver cosas interesantes cómo papamoscas grises, pinzones, piquituertos, herrerillos, carboneros, águila calzada, escribano montesino y alguna que otra ardilla, así como abundantes excrementos y huellas de gamo, ciervo y cabra.

                                          Macho de escribano montesino (Emberiza cia), muy abundante                                                        durante mis salidas, en una cantera abandonada.

Y entre una cosa y otra, reservando algunos días para visitar a familiares y un poco de turismo gastronómico la semana se me echó encima y ya tuve que regresar, me hubiera gustado haber ido más veces a la sierra pues muchas zonas de parada casi obligatoria y otras nuevas se quedaron sin visitar, cómo el embalse del tranco, en cuyas orillas se reúnen grandes cantidades de gamas y ciervas con sus cervatillos/gamatos y jóvenes (varetos) muy fáciles de observar desde el mirador de Felix Rodriguez de la Fuente, desde dónde éste hombre grabo las espectaculares escenas de berrea que aparecen en su documental dedicado a éstos fantásticos animales, no obstante todo esto supone una de muchas excusas para volver otro año más y seguir desentrañando los secretos de éste fascinante rincón de biodiversidad, que ganas tengo de volver.